Hemos llegado a junio… siempre llegamos a junio. Son fechas de felicidad, el verano se acerca, los bosques se visten con sus vestidos más coloridos, los jardines sacan a relucir sus esplendidas sabanas blancas de margaritas, y nosotros, a estudiar… puede parecer una antítesis… y así lo es… cuando nuestro alrededor empieza a lucir con todo su esplendor, nos
otros le damos la espalda y nos quedamos en casa. Estudiando. Porque debemos ser alguien de mayores, debemos estudiar para, tener un trabajo “digno”, una mujer, tres hijos (que de tan moda está), un unifamiliar, una auto-caravana y se me olvida algo… Ah sí, una hipoteca… Quizá, ahora que lo pienso, deberíamos darle la espalda a esta sociedad en vez de al verano… pero bueno, ya que tan adentrados estamos en esta rutina perfecta de sociedad.
Sólo me queda la esperanza de que a finales de este mes, saldré, gritare, correré, saltare y disfrutaré de ese verano como cuando era pequeño…

Sólo me queda la esperanza de que a finales de este mes, saldré, gritare, correré, saltare y disfrutaré de ese verano como cuando era pequeño…
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